Política Para Mejorar Asistencia Sanitaria Podría Fallar en Chile

05/31/2019

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Credit: Getty Images

Si bien resulta frustrante tener que esperar varias semanas o incluso meses para acudir al médico, al parecer en Chile, así como en otros países con sistemas de cobertura sanitaria universal, este es el pan de cada día. Según lo revela un estudio internacional liderado por investigadores de Johns Hopkins, recibir la atención adecuada en el plazo de unos cuantos días o semanas, en lugar de meses, podría marcar la diferencia entre la vida y la muerte para la población masculina adulta en listas de espera para problemas de salud no priorizados por GES.

El informe de este estudio, en el que colaboraron la Universidad Johns Hopkins, la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, se publicó el 27 de febrero en la revista científica digital, BMC Public Health.

En el marco del Régimen de Garantías Explícitas en Salud (GES), se implantó en Chile en 2005 el sistema de acceso universal a los servicios de salud, el cual prioriza la atención oportuna de ciertas enfermedades, entre ellas, la insuficiencia renal, el cáncer de cuello uterino y el cáncer de mama. Para aquellas enfermedades o afecciones que no se contemplan en este conjunto, los tiempos de espera suelen ser más largos. Los hallazgos del estudio confirman ciertas tendencias inquietantes que relacionan los tiempos de espera prolongados con un aumento del riesgo de muerte entre pacientes que no padecen las enfermedades priorizadas.

“Gracias a GES hemos observado mejoras en el acceso, calidad y reducción de costos; no obstante, aún existen inequidades y nichos de ineficiencia en la gestión de listas de espera”, señala el Dr. Diego Martínez, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. “Usando una muestra representativa de las listas de espera no GES de Chile, descubrimos variaciones entre centros de salud y regiones con respecto a sus tiempos de espera y tasas de mortalidad, y una asociación estadísticamente significativa entre alta variabilidad en tiempos de espera y mayor riesgo de muerte. Además, factores no modificables asociados con un mayor riesgo de muerte incluyeron la edad avanzada y sexo masculino”.

Los hallazgos del estudio apuntan a que el régimen de garantías en salud, encaminado a proteger a poblaciones especialmente vulnerables; mujeres, niños y aquellas personas con enfermedades de alto riesgo y costo, ha tenido un efecto insospechado y desafortunado para el varón adulto: un grupo poblacional cuyo riesgo se había considerado siempre como bajo. “El reto de velar por la salud de este grupo continúa vigente y precisa una solución pronta”, recalca Martínez.

“Los tiempos de espera más prolongados recaen sobre aquellos pacientes que no padecen enfermedades priorizadas por GES”, indica Martínez. “Estas listas de espera están llenas de pacientes que han sido derivados por primera vez a un especialista, bajo el supuesto de que pueden esperar más tiempo para que los atiendan, sin menoscabo a su salud”.

Durante el estudio, los investigadores analizaron la información de pacientes que, desde el 1 de enero de 2008 al 31 de diciembre de 2015, habían sido inscritos en listas de espera de Atacama, al norte del país; Valparaíso y San Antonio, en el centro, y Osorno, al sur. Las listas correspondían a aquellas enfermedades cuya atención podía postergarse. Entre los datos analizados se encontraban la edad, el sexo, la cobertura de seguro, el lugar de residencia, la especialidad médica y el tipo de centro médico, según la complejidad de la atención prestada, fuera esta primaria, secundaria o terciaria.

Los investigadores hicieron un seguimiento de los 987 497 pacientes que esperaban atención sanitaria, en los 77 centros médicos participantes, hasta que los atendiera el especialista, los operaran, fallecieran o los eliminaran de la lista. De estos 987 497 pacientes, 33 546 pacientes, lo que sería el 3,40 por ciento, fallecieron en el plazo de los dos años posteriores a su ingreso en la lista de espera.

Aún más, los investigadores descubrieron que el riesgo de muerte de los pacientes que padecían afecciones con un alto índice de mortalidad, como lo son aquellas que se atienden en cardiología, gastroenterología, nefrología, neurología y urología, era aún más alto si se sometían a tiempos de espera prolongados. Martínez añade que los datos corroboran la necesidad de dar prioridad a los pacientes que requieren atención de estas especialidades médicas, para reducir así el tiempo que deben esperar para que los atiendan.

De los grupos estudiados, el más grande comprendía tanto a pacientes varones adultos entre los 15 y los 45 años de edad (30 por ciento) como a mujeres (62 por ciento). Según las variables estudiadas, el 99 por ciento estaba afiliado al seguro de salud público, el 65 por ciento vivía en zonas urbanas y el 91 por ciento estaba a la espera de que les prestaran atención hospitalaria o servicios médicos avanzados. El tiempo de espera se promedió en 68 días; sin embargo, fluctuaba entre 25 y 204 días dependiendo de la región y la especialidad médica en estudio. La tasa de mortalidad a los dos años era del 3,4 por ciento. Las especialidades médicas que presentaban los tiempos de espera más prolongados eran odontología (13 por ciento), oftalmología (12 por ciento) y traumatología (11 por ciento). A estas les seguían ginecología y obstetricia (10 por ciento), cirugía general (7 por ciento) y otorrinolaringología (7 por ciento).

En todas las regiones predominaban las derivaciones a oncología y hematología; para la primera especialidad, el riesgo de muerte del paciente en espera de cita era tres veces mayor; para hematología, era 1,5 veces mayor. En el norte de Chile, además de la prevalencia en derivaciones a las especialidades anteriores, el riesgo de muerte del paciente en espera de acudir al neurólogo aumentaba en un 205 por ciento y al gastroenterólogo, en un 130 por ciento.

“La innegable relación entre la especialidad médica y el desenlace clínico de los pacientes en listas de espera se podría explicar de varias formas”, afirma la Dra. Diana Prieto profesora en la Escuela de Negocios Carey de Johns Hopkins. “En Chile, el cáncer es la principal causa de muerte de los pacientes en listas de espera. Según datos de estudios recientes, las cifras de prevalencia y mortalidad por cáncer de pulmón y vesícula biliar son demasiado dispares, aunque estos podrían estar asociados a factores genéticos y socioeconómicos. Si bien la implementación del GES ha permitido mejoras en el tratamiento del cáncer de mama, los resultados de nuestro estudio revelan que deben destinarse recursos adicionales para eliminar las inequidades en el tratamiento de otros cánceres de alta prevalencia entre la sociedad”.

La creación de centros médicos especializados en el tratamiento del cáncer, la implementación de programas de prevención encaminados a reducir la obesidad y el tabaquismo en grupos poblacionales de edad y sexo concretos y el incremento del personal oncológico y especializado en cuidados paliativos, son algunas de las iniciativas propuestas para que la prevención y el tratamiento del cáncer sea más eficaz.

“Nuestro estudio sugiere que existen oportunidades de mejora en la identificación de pacientes que podrían esperar más tiempo para una cita con el especialista, sin perjuicio alguno a su salud y, por tanto, pone de relieve la necesidad de vigilar y gestionar los tiempos de espera, y continuar implementando programas que prioricen el acceso e incrementen la capacidad hospitalaria”, indica Martínez. 

El gobierno de Chile se enfoca actualmente en vigilar los tiempos de espera y buscar medidas que los reduzcan, lo cual ha ofrecido a otros países de renta baja y mediana que persiguen universalizar la asistencia sanitaria, un claro testimonio y pruebas valiosas.

En este artículo de investigación también participaron los autores Haoxiang Zhang, Jeremiah Hinson y Scott Levin, de la Universidad Johns Hopkins; Magdalena Bastías, Rodrigo Martínez y Jocelyn Dunstan, de la Universidad de Chile, y Felipe Feijoo, de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

El estudio contó con el apoyo del Sistema de Salud Johns Hopkins y de la Alianza para un Mundo Más Saludable (Johns Hopkins Alliance for a Healthier World).