Programa Informático Predice Riesgo De Muerte Por Ritmo Cardíaco Irregular --Se prevé que un programa informático predictivo ayudará a salvar vidas y a disminuir las operaciones innecesarias
03/27/2019
Tras organizar un gran caudal de información derivada de trabajos de investigación previos con los datos obtenidos de más de 500 pacientes, un equipo internacional de investigadores, encabezado por científicos de Johns Hopkins, ha desarrollado una serie de normas informáticas que pueden predecir con más precisión cuándo los pacientes con una cardiopatía poco frecuente pueden beneficiarse, o no, con la implantación de un cardiodesfibrilador implantable que podría salvarles la vida.
Este nuevo trabajo de investigación publicado en Internet en la revista European Heart Journal le ofrece a los médicos un instrumento de pronóstico de riesgo que les ayudará a identificar a los pacientes que podrán beneficiarse con un desfibrilador automático implantable, y a la vez les ayuda a evitar que una quinta parte de ellos sean sometidos innecesariamente a las intervenciones quirúrgicas –las cuales pueden ser peligrosas– para implantar el aparato.
Se estima que una de cada 5 000 personas tienen una miocardiopatía arritmogénica del ventrículo derecho (MAVD), una enfermedad multigénica compleja hereditaria que afecta las cavidades cardíacas inferiores, y que puede causar arritmias, o alteración de la frecuencia de los latidos del corazón. Aunque no es muy común, es una de las causas frecuentes de muerte súbita en adultos jóvenes según indican los líderes de la nueva investigación. La edad promedio de diagnóstico es 31, aunque puede manifestarse desde la adolescencia hasta la madurez.
La MAVD se puede tratar en la mayoría de los casos con un cardiodesfibrilador implantable (CDI), un aparato que detecta anomalías eléctricas en los músculos cardíacos e inmediatamente produce una descarga eléctrica (un choque) en el corazón para resincronizar el ritmo cardíaco normal. Los CDI previenen la muerte cardíaca súbita y salvan vidas. Pero estos aparatos conllevan riesgos y reacciones adversas, explica la Dra. Cynthia A. James, codirectora de la investigación, catedrática adjunta de Medicina de la División de Cardiología y asesora genética certificada de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.
Estos aparatos pueden emitir descargas inapropiadas cuando los pacientes no están teniendo una arritmia que puede ser mortal. Y con el tiempo, pueden dejar de funcionar y será necesario reemplazarlos mediante una operación. Este tipo de dispositivo también puede provocar una infección y gradualmente puede haber un desgaste de las pilas, lo cual puede requerir una intervención quirúrgica para reemplazar el aparato, una hospitalización, y más gastos.
“Ya que los pacientes desarrollan esta condición siendo tan jóvenes, por lo general necesitan varios reemplazos del CDI durante el transcurso de sus vidas”, añade James, quien también es miembro del Precision Medicine Center for Excellence for Arrhythmogenic Right Ventricular Cardiomyopathy (ARVC) and Complex Arrythmias. “Para los pacientes con MAVD, decidirse a recibir un CDI es una decisión muy importante que puede tener consecuencias serias”.
“Si alguien corre el riesgo de muerte súbita de origen cardíaco, no debemos perdernos la oportunidad de colocar un aparato que les pueda salvar la vida. Pero tampoco lo quieres implantar si no vale la pena arriesgarse”, comenta el Dr. Hugh Calkins, catedrático de cardiología de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins y director del Laboratorio de Electrofisiología Cardíaca y Servicios de Arritmias (Electrophysiology Laboratory and Arrhythmia Service) del Hospital Johns Hopkins. “Este nuevo modelo puede ayudar a los doctores y sus pacientes a decidir mejor si un CDI se justifica, en función de cada caso”.
Los médicos por lo general están de acuerdo que los pacientes que sufren arritmias potencialmente mortales son buenos candidatos para recibir un CDI, pero aún no queda claro si los pacientes que no han tenido una experiencia con este tipo de evento deban recibir un implante, como medida preventiva.
En las investigaciones previas se identificaron varios factores de riesgo coronario en pacientes con MAVD de tener arritmias mortales, pero cada investigación incluyó a un número tan reducido de participantes, que un análisis de los resultados de cada individuo no fue útil para presentar un modelo exhaustivo que pudiera predecir los beneficios de un CDI.
Para subsanar esta deficiencia, James Calkins y sus colegas combinaron datos de los registros médicos de 528 pacientes en cinco registros distintos situados en 14 centros médicos académicos en los EE.UU. y Europa. El grupo estaba dividido casi uniformemente entre hombres y mujeres y entre Norteamérica y Europa. Ninguno de los participantes había sufrido una arritmia potencialmente mortal.
A continuación, usando los factores de riesgo publicados en los estudios retrospectivos, elaboraron un conjunto de normas matemáticas informáticas coherentes para tratar de predecir si alguno de los 528 pacientes podría tener una arritmia grave con el transcurso del tiempo.
Durante casi cinco años de seguimiento, solo un cuarto de los pacientes tuvo una arritmia grave y 18 pacientes murieron. Los investigadores descubrieron que su modelo contabilizaba con precisión qué pacientes tendrían una arritmia potencialmente mortal.
Cuando los investigadores hicieron una comparación de las tasas de fiabilidad que habían previsto, con los resultados del algoritmo de consenso actual para la implantación de los CDI, descubrieron que casi un 20.6 por ciento de los implantes colocados por recomendación médica, probablemente habían sido innecesarios.
James y Calkins explican que implantar un CDI puede costar unos 20 000 dólares, y reemplazar el aparato cuando las pilas se desgastan después de unos cinco a 10 años, puede costar casi lo mismo.
Los investigadores usaron los registros médicos de pacientes de hospitales que se especializan en el tratamiento de esta enfermedad e incluyen a pacientes con la mutación del gen PKP2, el mismo de la MAVD. Lo que los investigadores buscan ahora es convalidar el modelo en otras poblaciones de pacientes.
En combinación con esta nueva publicación, añaden James y Calkins, el equipo creó una aplicación gratuita que le permitirá a los doctores y sus pacientes aportar sin demora sus datos médicos para calcular su riesgo personal, facilitando así el proceso decisorio.
“Es una herramienta importante y sumamente práctica que se deriva de esta investigación”, comenta James.